Ya ha
pasado casi un mes desde mi participación en el Ironman de Hawai, tiempo más
que suficiente para poder mirarlo con perspectiva y sacar conclusiones,
expresar mi punto de vista y como viví en primera persona esta prueba singular.
La
historia del Ironman de Hawai es eso, historia, allí se han vivido batallas
épicas por la victoria y muchos han visto cumplidos sus sueños de triatleta.
Grandes historias deportivas anónimas de cada uno de los que participan allí.
Grandes esfuerzos de todo tipo para poder tener algún día los pies metidos en
el agua en el Pier esperando que suene el cañonazo. Mi historia es una más de
tantas…
Después
de mi clasificación en el Ironman de Austria a finales de Junio comenzó una
frenética búsqueda de recursos económicos para poder estar el 8 de Octubre en
la isla. Seguramente no se distinga mucho de los esfuerzos que otros triatletas
tienen que hacer para estar allí pero para mi ha supuesto descubrir cuanta
gente se ha alegrado por mi y cuanta gente se han visto reflejadas y seguramente
ahora piensen que con empeño, esfuerzo y constancias nuestros sueños deportivos
se pueden cumplir.
El
apoyo de todos desde el principio me desbordó, amigos y familia volcados
buscando recursos para que si o si pudiera estar en la isla… no ha sido fácil
la verdad, detrás de este trabajo de recaudar fondos han estado amigos y
familia que han tenido que vender pulseras, buscar el apoyo de pequeñas
empresas de la ciudad muchas de ellas de amigos o de amigos de amigos, me
organizaron una cena tremendamente emotiva para mi, hubo quien me hizo
aportaciones económicas personales…no se, mucho esfuerzo que hizo que el día 28
de septiembre pudiera iniciar el viaje hacia la isla.
Así que
el día 27 tomamos rumbo a Madrid para comenzar este largo e ilusionante viaje.
Conmigo viajaba mi amigo Ricardo, inseparable compañero de fatigas, de entrenos
y de viajes y que iba a compartir conmigo esta experiencia.
Decidí
por cuestión de logística hacer el viaje con una empresa alemana, Hawai Hannes,
que pese a ser un viaje costoso se encargaban de simplificar al triatleta en la
isla cuestiones de alojamiento y desplazamientos. Cuando ya has estado allí es
más sencillo hacerlo de otra forma pero yo no me arrepiento en nada de haberlo
hecho con ellos, siempre atentos y haciéndote sentir como un profesional.
El
viaje no se me hace largo seguramente porque tengo ganas de disfrutar de la
experiencia. Tras casi un par de días de viaje llegamos a Kona de noche, pese a
ello el calor y la humedad ya nos da la bienvenida. Con ellas los chicos y
chicas de Hawai Hannes nos reciben con los típicos collares de flores hawaianas
y con unos buenos bocatas y cervezas fresquitas que no sientan de maravilla.
Traslado
al apartamento y comienzo de unos días frenéticos que pasan a toda prisa: nadar
en el pier por la mañana, compras en el supermercado (carisimas como todo en la
isla), salidas en bici y a correr e ir de un lado a otro es lo que hacemos los
días previos.
El
ambiente es brutal y tienes la
oportunidad de compartir entrenos con los favoritos a la victoria y gente
anónima que como tu, tendrán una historia que contar.
Compartimos
apartamento con un alemán muy simpático, Julian Friedrich. Casualmente es de mi
grupo de edad y también se clasificó en Austria. Tiene una historia muy bonita
y emotiva… su padre también compitió en la isla, fue en el año 99 con una buena
marca en línea de meta. Años después, entrenando, fue atropellado por un
conductor borracho y desgraciadamente falleció. El, al clasificarse, había
mandado una carta a Ironman contándoles la historia y pidiéndoles poder correr
con el mismo número de dorsal con que lo hizo su padre. Y ahí estaba él,
orgulloso de poder hacerlo. Una suerte encontrarte gente así por el camino.
Los
días, frenéticos, hacen que andes un poco flipado y que no hagas las cosas
correctamente: descanso, hidratación, entrenos… es el precio también de no
saber si algún día podrás volver a estar allí. El coste deportivo y económico
es muy alto y en esta vida nunca se sabe donde estaremos mañana. Hay que vivir
el momento.
Estoy
lejos de mi familia y se les echa de menos. Es una pena no poder compartir con
ellos esta experiencia.
El
calor y la humedad son sorprendentes y a medida que pasan los días, si bien
estoy tranquilo, me empiezan a entrar dudas de mi rendimiento en carrera.
Hago
algunos entrenos en bici con los alemanes de Hannes donde puedo comprobar el
altisimo nivel de la gente. Pese a todo, tengo buenas sensaciones pese a mis
dudas.
Hacemos
algo de turismo (muy poco, la verdad) y pronto me pongo en modo competición
para tratar de llegar en las mejores condiciones participando de los rituales
previos de Kona. Disfrutar de la underpants run, carrera en ropa interior muy
divertida donde echamos unas buenas risas, ver la expo, recogida de dorsales,
preparación de material, comida de la pasta… y conocer a algunos españoles que también
participaban allí.
Las imágenes
que tantas veces había visto por televisión o en revistas ahora las estaba
viviendo en primera persona. El día previo se hace corto, ya he entregado el
material y solo queda descansar. Espero tener un buen día y disfrutar al máximo
de la prueba. Es a lo que he venido y por lo que tanto he trabajado....(Continuará)
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