Lo primero es agradecer a Loli y Natalia, que estuvieron conmigo allí, su energía, su paciencia y su amor y pedirles perdón por el sufrimiento que tuvieron que padecer. Sin ellas no se que hubiera sido de mi.
Como ya he contado, este año la salud no me ha acompañado y con muy poco, poquísimo, me presentaba a una de las pruebas más duras de resistencia. Si en cualquier Ironman los porcentajes de mente y físico están al 40-60, yo debía afrontarla con un 80-20 y rezar para que mi experiencia en larga me ayudara a cruzar la meta.
Así, el día 11 tras dos mil kilómetros de coche llegaba a Embrun, ese pequeño lugar que tantas veces había visto en revistas y videos y en el que muchas veces soñé estar para completar su mítica prueba.
El sitio es espectacular y solo queda llegar, disfrutar de los días previos y ultimar algunos detalles. Con la incertidumbre de como afrontar la prueba el día posterior se presenta negro, amanezco con vómitos y diarreas. La prueba ya no se complica, se hace imposible. Me estoy vaciando y mi cabeza ya no es capaz de tirar para adelante. Los ánimos no son suficientes para parar ésto.
Para cortar con la diarrea no tengo más remedio que acudir a las pastillas que me indican en la farmacia. No estoy comiendo y me encuentro débil y algo aturdido. No puede ser, pero ya lo he decidido, no tomaré la salida.
Pese a todo, recojo dorsales y el día antes, donde diluvia durante horas, entrego la bicicleta en bóxes, con una más que patética organización, que nos mantiene más de una hora bajo una lluvia intensísima, mojándonos y haciéndonos pasar mucho frío solo para entregarla y realizar los "marcajes".
La diarrea se ha cortado y trato de comer algo e hidratarme. A la salud se une mi pánico a las bajadas en estas condiciones. Mi cabeza da vueltas y vueltas a la situación.
Algunas llamadas y mensajes de ánimos de algunos amigos y familiares y sobre todo, ver lo que hacen por mi, quienes están a mi lado, hace que decida que estaría en la línea de salida.
Día 15 de agosto, 3 y media de la mañana, suena el despertador y ya estoy dispuesto para el reto. Como algo y me dirijo a boxes. Mi estrategia es clara, olvidarme que estoy en una prueba con dorsal y plantearme el reto desentendiendome de todo. No llevo reloj ni velocímetro y me voy a guiar por las sensaciones y mi experiencia. Me he grabado a fuego que deben ser un grado.
Hace fresco pero no frío, hay nubes amenazantes en las montañas que nos rodean pero estoy convencido que el día nos respetará.
Rodeado de españoles la espera es más fácil. Aquí se recupera el espíritu de mis inicios en el triatlón y todos son ánimos y compañerismo. En poco tiempo se unen lazos con gente que antes ni conocías. Comparto espacio con algunos gladiadores del Prat y con dos camaleones a los que el tiempo se les ha venido encima y apuran para ponerse sus neoprenos.
Yo he preparado ropa seca y estoy dispuesto a "perder" todo el tiempo que sea necesario. La hora de la verdad se acerca. A las 5:50, salen las mujeres y una larga fila de triatletas se dirigen a las aguas del lago. Me despido de algunos compañeros deseandonos "fuerza y honor". Es muy emocionante.
Busco a mi gente pero no las encuentro, suena el disparo de salida y camino lentamente hacia el agua mirando para los lados con tan mala suerte que no veo una tabla que hay delante mía y me golpeo el dedo del pie, creo que me lo he roto o me cuelga la uña ya que con la oscuridad no me lo veo. Con el pie en esas condiciones (más madera) comienzo mi natación. Ya estamos en faena.
2 comentarios:
¡Lo que tenemos que aprender de ti! El tesón, la fuerza de voluntad, tu valentía, esa SEÑORA con la que compartes y las otras tres señoritas, hacen que los que te tenemos cerca te "envidiemos".
No todo el mundo llega al sitio en el que estás tú. Pero seguro que esto no acaba aquí: esto va a acabar en... ¡Hawai!
Una suerte tenerte al lado, SEÑOR
EN-HO-RA-BU E- NA¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Ya estoy deseando leer la segunda parte...
Quizás algún día me toque estar allí también...
Un abrazo campeón
Publicar un comentario