Hace unos años Bengt Saltin, uno de los más respetados fisiólogos del ejercicio, participó en el ciclo Deporte y dopaje en el siglo XXI que organizó el Comité Olímpico Español. Su charla: "El entrenamiento como alternativa al dopaje". Luego concedió una entrevista muy interesante que aún hoy suena a actual:
P. Usted ha hablado de mejoras en los entrenamientos como única alternativa al dopaje, pero ¿se puede conseguir entrenándose la mejora espectacular que puede producir, por ejemplo, una ampolla de EPO?
R. Inyectándose EPO, un deportista puede mejorar su VO2 max en un 7 u 8%, un objetivo prácticamente imposible para un deportista de alto nivel basándose sólo en el entrenamiento.
P. Y usted cree que los deportistas eligen EPO.
R. Hay algunos datos. Hace unos años, antes de la aparición de la EPO sintética, los deportistas que más VO2 max tenían rondaban los 80-85 ml/kg/sg. Actualmente, es normal encontrarse a atletas con valores de 90. Es difícil saber si es por mejoras en el entrenamiento o por consumo de EPO, pero yo tengo mis dudas de que lo hayan conseguido de manera natural.
P. ¿Se puede conseguir de forma natural?
R. Aumentando el tamaño del corazón y su capacidad de contracción aumentas el VO2 max. Y entrenándote puedes conseguirlo. Hay que hacer tres veces a la semana entrenamientos de alta intensidad, en los que el corazón se llene lo más posible. Un modo de lograrlo es entrenarse tumbado, con la cabeza en el suelo, de forma que se mejore el retorno venoso. Pero eso no se puede hacer todos los días. Las fibras musculares se dañan y para que se reparen hay que dejarlas descansar.
P. En teoría, el consumo de EPO ya está controlado, ya se detecta la sustancia en los análisis.
R. Ahora, dentro de pocos años, el riesgo se llama EPO genética, la activación en el organismo de los genes encargados de la fabricación de EPO para que produzca más de la que normalmente necesita. Con una sola inyección el organismo se pone en marcha. El problema es que después de la inyección ya no puedes controlarlo, no hay un interruptor para apagarlo. Los investigadores no tienen por qué pensar en ello, ya que buscan avances para curar a enfermos, en este caso renales, que no producen EPO por su cuenta, no para tratar a deportistas. Así, una persona sana que se lo inyectara podría tener toda su vida un hematocrito superior al 55%, lo que le crearía graves problemas de salud.
P. Pero, mientras sea deportista, tendrá un rendimiento bárbaro.
R. Los libros de texto dicen que a partir de un cierto nivel de hematocrito [los glóbulos rojos] la sangre se vuelve demasiado viscosa y el corazón no la bombea con tanta eficiencia, con lo que, en teoría, a partir del 50% el rendimiento no mejoraría aunque subiera el hematocrito. Pero los libros se equivocan. El rendimiento aumenta lo mismo pasando de un hematocrito del 45% a uno del 50% que pasando del 50% al 55%.
P. ¿Y esos valores no se pueden aumentar con un buen entrenamiento?
R. El entrenamiento aumenta el volumen de glóbulos rojos, pero también aumenta el de plasma, con lo que el porcentaje permanece inalterable.
P. Algunas voces en el ciclismo sugieren que suavizando las carreras, acortando las etapas, aligerando la montaña, los ciclistas tendrían menos tentaciones para doparse. Hay quien va más lejos y afirma que es imposible disputar un Tour, por ejemplo, sin recurrir al dopaje. ¿Usted qué opina?
R. El cuerpo humano está hecho para trabajar duro largo tiempo. El dopaje es una trampa a la que se recurre para ganar, no para aguantar. Un Tour o una Vuelta, por duros que sean, los puedes hacer sin doping. La única diferencia es que lo harías más despacio. Mientras se compita para ganar siempre habrá dopaje. De todas formas, todos los ganadores son deportistas con talento. Y eso sólo lo dan los genes, no lo olvidemos.
P. ¿Tiene alguna oportunidad un deportista que no se dope?
R. Un fondista necesitaría diez años de fuerte entrenamiento para alcanzar el mismo nivel que le daría el dopaje. Pero, claro, dentro de diez años habrá productos nuevos y ese deportista volverá a estar en desventaja frente a quienes los utilicen.
P. Algunos especialistas, analizando las prestaciones del estadounidense Lance Armstrong, sobre todo su tremenda ascensión a l'Alpe d'Huez en 2000, cuando calcularon que había desarrollado una potencia de más de 450 vatios durante casi una hora, han puesto en duda su limpieza.
R. Si esos datos son reales, me parece absolutamente improbable. Es un rendimiento sobrehumano. No sé cómo lo hace. No se puede, no se puede. Como mucho, podría mantener ese nivel durante diez minutos. Y 400 vatios durante una hora me parece tremendo.
P. ¿Hay más prestaciones que le parezcan sobrehumanas?
R. Todos los días veo superhombres. En el esquí de fondo, en el ciclismo... Casi el 50% son sospechosos.
P. ¿Y en otros deportes?
R. No sé. En el tenis creo que es un problema anecdótico: cocaína y cosas de ésas. ¿En el fútbol? No sé mucho, pero recuerdo que hace unos años estuve en el despacho de un médico de un equipo y allí había de todo: anabolizantes, estimulantes...
P. La gente del fútbol dice que en su deporte el dopaje no tiene sentido al tratarse de un equipo, que lo suyo es más cuestión técnica y táctica que física.
R. ¡Ja! Eso es falso. En un partido de fútbol hay que correr mucho y saltar mucho y sprintar y arrancar. La táctica y la técnica necesitan también cuerpos fuertes y rápidos. La EPO les va de maravilla.
P. Usted ha estado en Kenia estudiando a los atletas africanos, invencibles en las pruebas de fondo. ¿Su superioridad es genética?
R. Los fondistas africanos tienen una extraordinaria economía de carrera. A la misma velocidad de competición, su gasto energético es un 10% inferior al de los blancos. Así, un atleta de raza caucasiana necesitaría tener un VO2 max de 88 para igualar a un africano de 80.
P. ¿Y dónde está la diferencia?
R. Es todo antropométrico. Tienen las piernas más largas que los europeos. Además, son unas piernas especiales, que se van afinando hacia los tobillos. Y, como se sabe, hay una relación inversa entre el volumen de los gemelos y el coste de la carrera. Cuanto menos volumen tienen los gemelos, cuanto menos pesan, menos cuesta correr. Y eso es un asunto genético.
R. Inyectándose EPO, un deportista puede mejorar su VO2 max en un 7 u 8%, un objetivo prácticamente imposible para un deportista de alto nivel basándose sólo en el entrenamiento.
P. Y usted cree que los deportistas eligen EPO.
R. Hay algunos datos. Hace unos años, antes de la aparición de la EPO sintética, los deportistas que más VO2 max tenían rondaban los 80-85 ml/kg/sg. Actualmente, es normal encontrarse a atletas con valores de 90. Es difícil saber si es por mejoras en el entrenamiento o por consumo de EPO, pero yo tengo mis dudas de que lo hayan conseguido de manera natural.
P. ¿Se puede conseguir de forma natural?
R. Aumentando el tamaño del corazón y su capacidad de contracción aumentas el VO2 max. Y entrenándote puedes conseguirlo. Hay que hacer tres veces a la semana entrenamientos de alta intensidad, en los que el corazón se llene lo más posible. Un modo de lograrlo es entrenarse tumbado, con la cabeza en el suelo, de forma que se mejore el retorno venoso. Pero eso no se puede hacer todos los días. Las fibras musculares se dañan y para que se reparen hay que dejarlas descansar.
P. En teoría, el consumo de EPO ya está controlado, ya se detecta la sustancia en los análisis.
R. Ahora, dentro de pocos años, el riesgo se llama EPO genética, la activación en el organismo de los genes encargados de la fabricación de EPO para que produzca más de la que normalmente necesita. Con una sola inyección el organismo se pone en marcha. El problema es que después de la inyección ya no puedes controlarlo, no hay un interruptor para apagarlo. Los investigadores no tienen por qué pensar en ello, ya que buscan avances para curar a enfermos, en este caso renales, que no producen EPO por su cuenta, no para tratar a deportistas. Así, una persona sana que se lo inyectara podría tener toda su vida un hematocrito superior al 55%, lo que le crearía graves problemas de salud.
P. Pero, mientras sea deportista, tendrá un rendimiento bárbaro.
R. Los libros de texto dicen que a partir de un cierto nivel de hematocrito [los glóbulos rojos] la sangre se vuelve demasiado viscosa y el corazón no la bombea con tanta eficiencia, con lo que, en teoría, a partir del 50% el rendimiento no mejoraría aunque subiera el hematocrito. Pero los libros se equivocan. El rendimiento aumenta lo mismo pasando de un hematocrito del 45% a uno del 50% que pasando del 50% al 55%.
P. ¿Y esos valores no se pueden aumentar con un buen entrenamiento?
R. El entrenamiento aumenta el volumen de glóbulos rojos, pero también aumenta el de plasma, con lo que el porcentaje permanece inalterable.
P. Algunas voces en el ciclismo sugieren que suavizando las carreras, acortando las etapas, aligerando la montaña, los ciclistas tendrían menos tentaciones para doparse. Hay quien va más lejos y afirma que es imposible disputar un Tour, por ejemplo, sin recurrir al dopaje. ¿Usted qué opina?
R. El cuerpo humano está hecho para trabajar duro largo tiempo. El dopaje es una trampa a la que se recurre para ganar, no para aguantar. Un Tour o una Vuelta, por duros que sean, los puedes hacer sin doping. La única diferencia es que lo harías más despacio. Mientras se compita para ganar siempre habrá dopaje. De todas formas, todos los ganadores son deportistas con talento. Y eso sólo lo dan los genes, no lo olvidemos.
P. ¿Tiene alguna oportunidad un deportista que no se dope?
R. Un fondista necesitaría diez años de fuerte entrenamiento para alcanzar el mismo nivel que le daría el dopaje. Pero, claro, dentro de diez años habrá productos nuevos y ese deportista volverá a estar en desventaja frente a quienes los utilicen.
P. Algunos especialistas, analizando las prestaciones del estadounidense Lance Armstrong, sobre todo su tremenda ascensión a l'Alpe d'Huez en 2000, cuando calcularon que había desarrollado una potencia de más de 450 vatios durante casi una hora, han puesto en duda su limpieza.
R. Si esos datos son reales, me parece absolutamente improbable. Es un rendimiento sobrehumano. No sé cómo lo hace. No se puede, no se puede. Como mucho, podría mantener ese nivel durante diez minutos. Y 400 vatios durante una hora me parece tremendo.
P. ¿Hay más prestaciones que le parezcan sobrehumanas?
R. Todos los días veo superhombres. En el esquí de fondo, en el ciclismo... Casi el 50% son sospechosos.
P. ¿Y en otros deportes?
R. No sé. En el tenis creo que es un problema anecdótico: cocaína y cosas de ésas. ¿En el fútbol? No sé mucho, pero recuerdo que hace unos años estuve en el despacho de un médico de un equipo y allí había de todo: anabolizantes, estimulantes...
P. La gente del fútbol dice que en su deporte el dopaje no tiene sentido al tratarse de un equipo, que lo suyo es más cuestión técnica y táctica que física.
R. ¡Ja! Eso es falso. En un partido de fútbol hay que correr mucho y saltar mucho y sprintar y arrancar. La táctica y la técnica necesitan también cuerpos fuertes y rápidos. La EPO les va de maravilla.
P. Usted ha estado en Kenia estudiando a los atletas africanos, invencibles en las pruebas de fondo. ¿Su superioridad es genética?
R. Los fondistas africanos tienen una extraordinaria economía de carrera. A la misma velocidad de competición, su gasto energético es un 10% inferior al de los blancos. Así, un atleta de raza caucasiana necesitaría tener un VO2 max de 88 para igualar a un africano de 80.
P. ¿Y dónde está la diferencia?
R. Es todo antropométrico. Tienen las piernas más largas que los europeos. Además, son unas piernas especiales, que se van afinando hacia los tobillos. Y, como se sabe, hay una relación inversa entre el volumen de los gemelos y el coste de la carrera. Cuanto menos volumen tienen los gemelos, cuanto menos pesan, menos cuesta correr. Y eso es un asunto genético.
2 comentarios:
Es una gran pena que el deporte esté completamente infectado por este tema, que es más comercial que deportivo.
Lo que si me ha llamado muchísimo la atención es el último comentario sobre los gemelos. Realmente curioso
Que alegría¡¡¡ yo tengo gemelos de keniata, así que podré correr como ellos no? jajajaj.
Pedazo de entrevista, muy muy interesante.
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